lunes, 16 de abril de 2012

Comunismo sexual

Comunismo sexual, de Silvia Ons

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"A partir de una selección de temas que van de los swingers al viagra, pasando por las “previas” y el cuerpo, Comunismo sexual propone al lector una reflexión profunda acerca del orden simbólico en la actualidad y en el ocaso de los discursos que tiene su contracara en la proliferación del tatuaje como modo de invocación al Otro que ha cedido su lugar. Así, este libro navega atrevida –y sin embargo apaciblemente– en un interesante diálogo con fenómenos y circunstancias que ocupan la vida cotidiana y se manifiestan como síntomas del malestar en la cultura de hoy, síntomas que Silvia Ons se ocupa de leer y develar. (...)
Teniendo siempre presente la complejidad de la época actual, Comunismo sexual traza un recorrido por aquellos temas que manifiestan más claramente el malestar y la sintomatología de nuestros tiempos".
Recomendamos, además, esta interesante entrevista de Pablo Chacón a Silvia Ons; aquí un extracto:
¿Existe una nueva juvenilia que hace uso de los soportes digitales “ignorando” las “bondades” (y complicaciones) del amor? ¿Por qué pensás que los adultos, a la vez, hacen un culto de la juventud, casi como si fuera una mercancía? 
S. O.: Jacques Lacan dice que el discurso capitalista excluye al amor. Los enamorados se bastan a sí mismos y en esto se alejan del consumo; de ahí que el amor sea enemigo del capitalismo. En el amor, el otro no es una moneda de cambio sino que se revela como insustituible. Y a la inversa, Marx descubrió que en el capitalismo el valor de uso, subjetivo, es sustituido por el valor de cambio: las cosas no valen por sí mismas sino por el valor de mercado. El detalle que se agrega en el capitalismo tardío es que lo mismo vale para los sujetos, y de ahí el drama de devenir obsoleto como los objetos. El culto por la juventud se basa, buena parte, en este principio. Hace tiempo, (Claude) Lévi-Strauss observó que el consumo estaba transformando a los estadounidenses en niños al acecho de novedades. Lacan se refirió a la figura del niño generalizado inspirándose en un texto de (André) Malraux: “No hay personas mayores”, respondió el confesor de las Antimemorias cuando se le preguntó qué había aprendido en sus largos años de sacerdocio.
¿Entonces? 
S. O.: Entonces, por un lado el mercado empuja a que los individuos se conviertan en consumidores responsables, gestores de su vida. Y por el otro funciona como un agente “infantilizador” del sujeto. Adultos que compran ositos infantiles y que llevan camisetas Barbie, que van en patineta tarareando melodías de los programas televisivos. Los perfumes con olores colegiales, el gel que simula chocolate. Los viejos quieren parecer jóvenes y los jóvenes adultos se niegan a envejecer. Y conforme se desarrolla el mercado del “consumo regresivo”, la negativa a envejecer comienza cada vez más rápido; los individuos parecen querer vivir en la prolongación eterna de la infancia o juventud. El propósito crucial del consumo no es satisfacer necesidades sino convertir al consumidor en producto, elevar su estatus al de “bien de cambio”. Eso explica la importancia de la depresión: no ser “bien de cambio” es no pertenecer a esa lógica. No sé si los jóvenes ignoran las bondades y complicaciones del amor; creo, más bien, que se topan con su dificultad y con lo que se ofrece (la “previa”, el viagra, las drogas) para taponar la posibilidad de un encuentro amoroso.
Aquí puede leerse la nota completa del suplemento Ñ.





El libro se puede comprar aquí.

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