miércoles, 11 de abril de 2012

Cogitamos

Cogitamus. Seis cartas sobre las humanidades científicas, de Bruno Latour:

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Otoño de 2009. Una estudiante alemana le comunica a Bruno Latour su desconsuelo por los conflictos que arrecian antes de la cumbre climática en Copenhague. Él aprovecha la oportunidad para mencionarle la existencia de una enseñanza que avanza sobre los lazos multiformes entre ciencia, política y naturaleza. Por diferentes razones, la estudiante no puede seguir el curso que el profesor le propone y este se ve obligado, por lo tanto, a resumírselo en seis cartas. Siguiendo la actualidad, que la estudiante consigna en una “bitácora”, descubre poco a poco cómo posicionarse en el contexto de los desarreglos causados por el propio desarrollo de la ciencia y la técnica. De Arquímedes a Avatar, este libro propone al lector una asombrosa cabalgata por el extraño dominio de las “humanidades científicas”. Si la naturaleza ha ingresado en las problemáticas políticas, es necesario que la ciencia y la técnica formen parte de lo que en otro tiempo se llamó las “humanidades”.
Copiamos a continuación el extracto de una reseña del libro publicada en La Nación: "Cartas sobre las ciencias", de Ana María Vara
Cada carta es una lección dentro de un curso, que se inicia con la constatación de que la ciencia y la tecnología hoy son protagonistas de dos grandes relatos antagónicos: el de progreso infinito y el de desastre inminente. Ambos coexisten con igual valor persuasivo. Confiesa el maestro, asumiendo como suya la perplejidad de la estudiante: "Tampoco yo sé cómo elegir entre las previsiones catastrofistas de ciertos ecologistas que hablan de un mundo que se está hundiendo ante nuestros ojos y las declaraciones tranquilizadoras que -para salir del apuro- nos dicen que tenemos que calmarnos depositando nuestra confianza en el desarrollo de las ciencias y las técnicas. ¿Debemos elegir entre el Apocalipsis y el futuro radiante?".
Este dilema lleva a otro: la cuestión de la autonomía de la ciencia. Latour recuerda la archifamosa anécdota de Arquímedes sobre mover el mundo con una palanca: un principio abstracto, ciencia por la ciencia que, sin embargo, el griego formuló para ofrecer sus servicios al rey de Siracusa, preocupado por el acoso de los romanos. Plutarco concluye su narración sobre las hazañas bélicas de Arquímedes de manera desconcertante, celebrando su desinterés en la utilidad de la ciencia: "Ponía únicamente su celo en aquellos objetos en los cuales la belleza y la excelencia no se mezclan con ninguna necesidad material". Entonces, ¿el saber vale por sí mismo o por su capacidad instrumental? ¿Está o no sujeto a otros poderes?

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